*La transformación social de las bibliotecas: luces y sombras*
*Sandra Sánchez García*
*https://urldefense.com/v3/__https://www.directorioexit.info/ficha3729__;!!D9dNQwwGXtA!Q4wWsMB12KL1PuOy9JewbQdXH4IvmLYn6vlRqj1zlrwFEkHNW-0T-QFGpoC0RBppBbzy72nnvfCsdEGHRcj1Esc$
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*Universidad de Castilla-La Mancha*
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*El rol social de las bibliotecas*
En 2014, tras la lectura de un inspirador artículo de Lluis *Anglada*
(2014), en el que nos retaba a cuestionarnos sobre la sostenibilidad de las
bibliotecas a partir de la aplicación de una interesante ecuación
matemática, nos apresuramos a defender el papel social que cumplían las
bibliotecas (*Sánchez-García*; *Yubero*, 2015). En aquel artículo nos
aventuramos a reformular la ecuación propuesta por Anglada para un
hipotético y desolador 2030 marcado por el acceso libre, la información
digital y el gran imperio Google, en el que las bibliotecas parecían no
resultar sostenibles. Así, nuestra fórmula, que defendía el comienzo de una
etapa que denominamos “Socialización”, recogía un futuro mucho más
esperanzador, un futuro que hoy nos alegra ver se ha convertido en realidad.
En ese artículo reivindicábamos la función social de las bibliotecas a
partir de acciones que ya comenzaban a verse en algunas bibliotecas: “las
bibliotecas públicas podrían convertirse en espacios dinamizadores de la
vida social, cultural y política a partir de talleres de formación para la
búsqueda de empleo, programas de alfabetización para inmigrantes,
alfabetización digital y mediática para mayores, actividades recreativas
para niños y jóvenes, actuaciones específicas con enfermos y colectivos
vulnerables, etc.”. (*Sánchez-García*; *Yubero*, 2015, p. 105). De esta
forma, nuestra fórmula vaticinaba que en 2030 el uso seguiría siendo
bastante alto (U=4); descendería el grado de disfunción (D=1) al disminuir
las expectativas no cumplidas; la percepción de utilidad aumentaría
significativamente (P=4), al centrar los servicios en y para el ciudadano;
y, aunque dejábamos los costes estables (C=4), entendíamos que el acceso
abierto a la información y a publicaciones de calidad podría, incluso,
permitir diversificar los presupuestos de las bibliotecas.
Casi 10 años después de esa publicación, me atrevo a constatar que la
función social de las bibliotecas es una realidad. De hecho, la propia
Fundación Biblioteca Social, que comenzó su andadura ese mismo año con la
misión de visibilizar y destacar la importancia de las bibliotecas a la
hora de contribuir a compensar las desigualdades sociales, finalizaba su
labor en 2021 una vez alcanzados gran parte los objetivos y constatando la
dimensión social conseguida por las bibliotecas públicas en nuestro país en
los últimos años.
Ese giro que las bibliotecas hemos ido dando para defender nuestro papel
esencial en la sociedad, no solo lo hemos visto y vivido desde el ámbito
bibliotecario y los profesionales vinculados con este sector, sino que es
algo que ha trascendido a toda la sociedad. Una evidencia importante de
ello fue ver como un bibliotecario, el carismático Juan Sobrino, se colaba
en 2021 en la lista Forbes como uno de los 100 españoles más creativos en
el mundo de los negocios, en la categoría Emprendimiento social. El
programa “Cuentos por teléfono”, desarrollado para combatir el aislamiento
social de las personas mayores a través de la lectura telefónica durante el
periodo de confinamiento, consiguió captar la atención de los medios y
hacerle valedor de esta distinción (*Marquina*, 2021). Desde entonces esta
iniciativa, que lleva a cabo desde la biblioteca pública de Soto del Real,
y otras muchas, en las que se acerca la lectura a los colectivos más
vulnerables han aparecido en diferentes medios y foros profesionales más
allá de los entornos bibliotecarios, donde cosechan diferentes
reconocimientos. Sin ir más lejos, hace unos días Sobrino era entrevistado
por el periódico *El Mundo* con motivo del día de la Salud Mental (*Perera*,
2024).
*El rol social del personal bibliotecario*
Sin duda, algo está cambiando. Las bibliotecas se han afianzado como
espacios de integración, de cohesión social, de desarrollo personal y
colectivo, donde es posible desenvolverse en igualdad de oportunidades. Y
el personal de las bibliotecas nos hemos convertido en esos agentes capaces
de liderar el cambio y ofrecer a la población las herramientas necesarias
para ejercer una ciudadanía crítica y responsable. Hemos sido capaces de
reinventarnos nuevamente, detectando las necesidades de nuestros usuarios,
los reales y los potenciales, y adaptándonos a las exigencias que demandaba
la sociedad de siglo XXI. Una sociedad marcada por los procesos
migratorios, la sobre información, la inmediatez a la hora de generar y
consumir información, las *fake news*, la cultura de la cancelación… y
otros muchos escenarios, como la inteligencia artificial, que nos obligan a
mantenernos siempre alerta y en constante formación.
Nuestro perfil profesional caracterizado por el manejo de recursos de
información y la tecnología, la gestión y evaluación de la información
entre otras habilidades, nos ha llevado a adaptarnos, no sin poco esfuerzo,
al momento actual. Una sociedad desbordada tecnológicamente hablando, pero
que tiene como hoja de ruta a nivel internacional el cumplimiento de la
Agenda 2030 y una serie de Objetivos de Desarrollo Sostenible que pretenden
hacer realidad los derechos humanos de todas las personas para alcanzar la
igualdad de oportunidades y la no discriminación a nivel universal. La
aprobación en 2015 de este texto por la ONU ha marcado los planes
estratégicos de los principales ministerios, administraciones e
instituciones públicas y privadas y, por supuesto, del sistema español de
bibliotecas.
El Consejo de Cooperación Bibliotecaria crea en 2017 el Grupo de trabajo
estratégico Agenda 2030 en el marco del II Plan Estratégico 2016-2018, con
el objetivo de impulsar el papel de las bibliotecas como un agente activo
en la consecución de los propósitos de la Agenda 2030 y así conseguir que
se visualice y visibilice el verdadero impacto que tienen las bibliotecas
en las personas y las comunidades. Dentro de las actuaciones llevadas a
cabo por este grupo se publica una primera propuesta para establecer
la *Estrategia
Nacional de información y bibliotecas como agentes para la consecución de
los objetivos de la Agenda 2030 *(2019). Este documento se hace eco de las
múltiples actuaciones que llevan a cabo muchas bibliotecas vinculadas con
el desarrollo de los diferentes ODS, actividades que se realizan sin una
planificación estratégica, en su mayoría por sensibilidad e iniciativa
personal de los bibliotecarios, e, incluso por alianzas o por oportunidad
que le ofrecen otros agentes de la localidad. En 2019 “el abanico de
actividades y proyectos que realizan las bibliotecas públicas es tan
colorista y variado como las 17 líneas de los ODS y, sin lugar a duda,
podrían darse ejemplos para todas ellas” (Grupo de trabajo Bibliotecas y
Agenda 2030, 2019, p. 9). Talleres para personas con diferentes
capacidades, cursos de idiomas para inmigrantes, alfabetización para
personas mayores o inclusión digital se alinean con el ODS 4; actuaciones
para procurar la igualdad de género tanto en las colecciones como en las
actividades buscan contribuir a la consecución del ODS 5; actividades
intergeneracionales para dar respuesta al ODS 10 o propuestas sostenibles
relacionadas con el ODS 15 para procurar un mundo mejor son solo algunos de
los ejemplos de cómo las bibliotecas y sus bibliotecarios se han convertido
en agentes activos de esta transformación social. Basta con repasar los
ganadores de las últimas ediciones del sello CCB o los Premios REBIUN para
ver cómo las bibliotecas españolas, independientemente de su tipología, han
reorientado sus servicios hacia esta nueva perspectiva social.
Ahora, quiero volver a echar la vista atrás y recordar que, en esos
momentos en los que las bibliotecas comenzaban a asumir ese rol social,
varias voces nos alzamos para reivindicar la necesidad de adoptar una nueva
conciencia social por parte de quienes se encargaban de definir las
políticas bibliotecas, teniendo en cuenta que este nuevo paradigma, que iba
más allá de las tareas tradicionales de un bibliotecario, llevaba
implícita la necesidad de un nuevo perfil profesional (*Meneses-Tello*,
2013; *Magán-Wals*; *Gimeno-Perelló*, 2008). La complejidad de lo social
hacía necesaria la incorporación en las plantillas de especialistas
formados en los procesos y las prácticas socioeducativas, así como en la
intervención con colectivos con necesidades especiales (*Sánchez-García*;
*Yubero*, 2016).
Muchas de las actividades que se desarrollan actualmente en las bibliotecas
se hacen gracias al desarrollo de programas de voluntariado social, a
partir de colaboraciones con instituciones vinculadas con el Tercer Sector
y, desde luego, a partir de la implicación del personal bibliotecario que
ve como cada vez estas actividades son más demandadas dentro de su
comunidad. Incluso algunos políticos han podido comprobar como las
bibliotecas, que hace solo algunas décadas querían cerrar por su falta de
rentabilidad, se han posicionado como espacios de alto impacto a la hora de
desarrollar, visibilizar y difundir este tipo de actuaciones alineadas con
las exigencias de la Agenda 2030.
Nuevamente el personal bibliotecario ha estado a la altura de las
circunstancias, pero nuestros gestores siguen menospreciándonos como
servicio, en el momento en que no se invierte en recursos humanos.
El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, leía con asombro y
perplejidad como en mi comunidad, Castilla-La Mancha, se firmaba un acuerdo
entre la Delegación del Gobierno y la Consejería de Educación para "abrir
la posibilidad de que las bibliotecas de la región se conviertan en puntos
violeta, en los que las mujeres que se sientan acosadas, discriminadas o
violentadas, o que hayan sufrido violencia machista, puedan acudir en busca
de orientación y atención” (*PeriódicoCLM*, 2024). Este acuerdo
contemplaba, además de la incorporación en 500 bibliotecas de la región de
los tradicionales puntos violetas, “formación para que los bibliotecarios
pudieran actuar ante el conocimiento de un caso de violencia machista en
cualquiera de sus manifestaciones”, algo que, sin lugar a duda, excede de
las competencias y capacidades de un bibliotecario. Soy consciente del
sensacionalismo que hay detrás de un titular de este tipo y de una medida
como la que se promociona en un día como ese, pero si lo que realmente se
busca con ese acuerdo es dar un apoyo real a las víctimas de violencia
machista, utilizando las bibliotecas como espacio abierto a todo la
sociedad, es hora de que en nuestras bibliotecas comiencen a tener cabida
trabajadores sociales o educadores sociales, figuras profesionales básicas
para una sociedad como la actual, que pueden dar la cobertura que muchos de
los colectivos que se dirigen a nosotros necesitan. Mujeres víctimas de
violencia de género, inmigrantes, personas mayores, jóvenes con problemas
de adaptación, ciudadanos con diferentes capacidades, etc. pueden recibir
una mejor atención si quién está detrás de algunas de estas actuaciones son
estos profesionales.
*Reflexión social*
Creo firmemente en el rol social de las bibliotecas, en el potencial del
personal bibliotecario a la hora utilizar la lectura y la alfabetización
como agentes de cambio, pero también creo que debemos ser conscientes de
nuestras limitaciones como profesionales y, sobre todo, respetuosos con
esos otros profesionales que históricamente se han dedicado a lo social.
Muchas de las actividades que se ofertan desde las bibliotecas no se
limitan a la formación y la alfabetización de estos colectivos, sino que
utilizan la lectura como medio para sensibilizar sobre determinados temas
e, incluso, como recurso emocional. El término “biblioterapia” aparece
muchas veces asociado a actividades que se hacen fuera de las propias
bibliotecas en colaboración con hospitales, centros de salud o, incluso,
prisiones. Los libros sirven como bálsamo para muchas de estas personas,
puesto que la lectura les ayuda a evadirse de sus situaciones personales, a
identificar la base de sus conflictos y a ver que otros antes que ellos
pasaron por situaciones similares. Una novela puede activar tu historia
personal, tus recuerdos, tus deseos y preocupaciones más íntimas, pueden
incluso abrir puertas que sin ese estímulo podrían haber permanecido
cerradas. Pero como señala *Kohan* (2006, p. 19), “la literatura formula
preguntas, no da repuestas”. La lectura nos ayuda a reencontrarnos con
nuestro yo interno, pero a pesar de que algunos opinen lo contrario, los
libros por sí mismos no sanan, es necesaria la intervención de un tercero
para que se produzca ese proceso de diálogo entre el libro y el yo interno.
La biblioterapia lleva utilizándose con éxito desde la Edad Media para
tratar principalmente enfermedades mentales y traumas emocionales, pero
como su propia etimología indica necesitamos los libros, pero también a ese
profesional capaz de orientar la terapia.
La lectura tiene un valioso valor terapéutico puesto que funciona como un
facilitador de la reflexión sobre las experiencias propias, pero es el
mediador el que la ayuda a transitar por esos recuerdos y dependerá de la
formación de este para que la experiencia se convierta en un acto
terapéutico, en una experiencia socioeducativa o, simplemente, en una
experiencia socializadora en torno a un libro. En cualquiera de los casos,
el perfil del bibliotecario puede resultar valioso en cuanto que ofrece su
experiencia y, en muchas ocasiones, su sensibilidad como lector, para la
selección de las lecturas que se utilizarán para crear esos planes o
momentos de lectura, ya sea en bibliotecas, hospitales, centros
penitenciarios o en centros educativos; pero será la colaboración de un
otros profesionales vinculados con la educación social, la psicología o la
salud mental los encargados de activar esas otras situaciones. Llevar un
club de lectura a una prisión puede ser una experiencia motivadora para los
reclusos en cuanto que les permite evadirse, adquirir nuevos conocimientos,
compartir momentos de diálogo, pero si esta experiencia está dirigida por
un trabajador o educador social estos encuentros pueden ayudar a superar la
frustración existencial en la que se hayan inmersos, a desarrollar mayores
grados de empatía y a reflexionar sobre las situaciones que les llevaron al
contexto de encierro (*Losada*, 2020, p. 214).
Es evidente que las bibliotecas seguimos teniendo ese potencial para
convertirnos en pilares importantes de nuestra sociedad y los
bibliotecarios ese vocación y compromiso para prestar ayuda a los
ciudadanos con las herramientas que mejor manejamos, la lectura y la
alfabetización; pero es el momento de dar cabida a otros profesionales.
Replantear los objetivos, dinámicas y, sobre todo, los resultados que
buscamos con la implicación de estos profesionales puede marcar la
diferencia entre un titular llamativo y una acción que contribuya realmente
a fortalecer esos procesos de transformación social que exige la Agenda
2030.
*Referencias*
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Público*.
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Natalia Arroyo, directora
Isabel Olea, coordinadora
Anuario ThinkEPI 2024
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