"*Y el Gobierno europeo debe acordar, de una vez por todas, medidas tan duras contra los servidores de acceso respecto a la piratería como, por ejemplo, respecto a la pedofilia.*" Claro, porque es lo mismo descargar un libro, una canción o una película que violar a un niño. Con esa mentalidad y esas declaraciones, cada vez tengo más ganas de comprar su producto. El 27 de marzo de 2011 10:59, Jesus Manuel Pinto <[log in para visualizar]>escribió: > > <http://www.abalulibros.com/actividades/evento.php?codigo=20> > http://www.abalulibros.com/actividades/evento.php?codigo=20 "El peligro no > es lo digital; es la gratuidad" > Entrevista: Editores ante el final de la era Gutemberg (4) Director de > Gallimard Antoine Gallimard > "En Francia tenemos la suerte de contar con muy buenos libreros, al > contrario que en el Reino Unido, donde han desaparecido" > Hay un barco en miniatura en algún lugar del espléndido despacho que tiene > Antoine Gallimard en la editorial que su abuelo Gaston fundó hace ahora un > siglo. > Están, también, los libros de la Pléiade, la colección intachable de > clásicos que esta editorial "que condiciona el juicio literario francés", > como recoge Pierre Assouline en su monumental biografía del fundador. > Y está, claro, la atmósfera que el mismo Antoine, al frente de este > transatlántico de la cultura europea, ha creado para seguir haciendo de > Gallimard un faro editorial del siglo XX dispuesto a surcar una navegación > dificilísima, la de los retos oceánicos del siglo XXI. Él está dispuesto, > dice. > Es marinero; a veces, dice Gustavo Guerrero, responsable de la línea > hispanoamericana -tan importante en Gallimard-, Antoine deja este despacho, > que está al lado de su casa, donde le fotografió Daniel Mordzinski, y se va > por esos mares, solitario, a leer, a recargar su manual de instrucciones > para llevar adelante este barco. > Ante este marinero nos sentamos, en ese despacho sobrio desde cuyas paredes > nos mira la Pléiade. > *Pregunta.* ¿Cómo ve un gran editor el porvenir del libro? > *Respuesta.* En primer lugar, no hay grandes editores sino, simplemente, > editores, ya sean grandes o pequeños. No me preocupa el lugar del libro en > el futuro. Estoy seguro de que seguirá siendo extremadamente importante. El > libro digital, lejos de suponer el fin del libro, es una nueva oportunidad > para este. Un libro no es simplemente una alineación de caracteres, una > maquetación, unos capítulos..., y el libro digital no hace más que añadir un > cuerpo nuevo, un peso nuevo al libro tradicional. El libro digital, como la > fotografía, permite una gran flexibilidad: diferentes formatos, > reimpresiones limitadas. Por lo tanto, es una oportunidad para enriquecer el > catálogo y mantener los libros vivos. Creo que el porvenir del libro depende > a la vez de los editores y de los autores. Para ejercer este oficio no solo > hay que amar la literatura, sino también a los escritores y a la gente, al > público. Es un oficio que surge del afán de compartir, a través del libro, > universos secretos. Vargas Llosa lo dijo muy bien en su discurso del Nobel: > "Cuento historias para hacer que la vida sea mejor". Siempre necesitaremos > historias para mejorar la vida. Por eso creo que el libro tiene un brillante > porvenir. > *P.* ¿Es usted optimista desde hace tiempo? ¿O desde el momento en que > todo el mundo ha empezado a ser pesimista? > *R.* Creo que hay que ser voluntariamente optimista. Lo que más me ha > preocupado en los últimos años no ha sido la aparición del libro digital, > sino una nueva manera de buscar satisfacción en las comunidades > adolescentes, que han sumado al tiempo dedicado a la televisión toda una > plétora de actividades y prácticas sociales en Internet, de manera que cada > vez disponen de menos tiempo para leer. > *P.* ¿Y es posible que los jóvenes vuelvan a los libros? > *R.* Siempre es difícil protegerse de las dificultades de la vida. Están > ahí, hay que afrontarlas. La cuestión sería saber si nuestra civilización > del gusto por la lectura, por toda esa cultura de lo escrito que hemos > heredado de nuestros antepasados, va a sufrir una especie de regreso a la > Edad Media y a convertirnos en monjes en sus monasterios o, al contrario, > vamos a saber dirigirnos al gran público. No hay que temer la desaparición > de un cierto tipo de lector: sigue habiendo escritores muy exigentes, como > Javier Marías en España, con un gran éxito de ventas. Pero también ha habido > una gran distancia entre escritores como Borges u Octavio Paz y la > literatura que "llega" al gran público. No hay fatalidad en estas cosas. > Podríamos preguntarnos si ese gran público va a dedicarse exclusivamente a > Facebook o va a seguir leyendo. Yo estoy convencido de que seguirá habiendo > lectores. La literatura siempre ha sido algo precioso: extremadamente frágil > y, a la vez, asombrosamente resistente. No, no hay que temer su > desaparición, ya la hemos visto sobrevivir al surgimiento de los nuevos > medios de comunicación; pero tampoco debemos esperar que se extienda. Se ha > vertido mucha tinta sobre la evolución del mundo editorial hacia el mundo de > los negocios, sobre cómo editoriales como Planeta, Hachette o Bertelsmann > han ido comprando y vendiendo otras empresas: pero estos grandes movimientos > de capital no tienen relación propiamente dicha con el mundo del libro, con > la cultura del libro. > *P.* El libro de Assouline sobre su abuelo muestra que inquietudes > actuales fueron también inquietudes del pasado. A él le preocupaba si debía > o no publicar literatura popular, y creó la "serie negra". ¿A usted qué le > preocupa ahora de la relación entre la industria y su concepto personal del > libro? > *R.* La problemática no ha cambiado desde principios del siglo XX. Mi > abuelo no dudó en publicar libros muy comerciales junto con otros mucho más > exigentes, como la poesía de Lorca o los ensayos de Valéry. Lo importante > era saber cómo se podía combinar la publicación de libros populares y la de > libros de calidad. Y atreverse a decidir. Mi abuelo no quiso publicar a > Simenon en la Pléiade, a pesar del apoyo de Gide. Fue un error por su parte, > que yo corregí. Por el contrario, Céline fue publicado en la antigua > Pléiade, a pesar de ser un antisemita y un provocador: fue una elección > difícil y muy valiente. En el oficio de editor hay que saber amar, pero > también hay que saber elegir. No hay que ponerle límites al gusto literario. > Siempre hay que buscar, como busca un pescador, pero también hay que conocer > y dejar que lleguen las mareas en lugar de intentar atraerlas. > *P.* Su abuelo tenía una enorme autoridad y dominaba todos los sectores de > la edición. ¿Qué diferencia hay entre él y la figura del editor actual? > *R.* En la época de mi abuelo, la librería desempeñaba un papel muy > importante, había muchas editoriales familiares, independientes: el mundo > del libro era como un verdadero pueblecito. Hoy rige la ley de mercado y > encontramos grandes engranajes, grandes superficies, pocas editoriales > independientes, una gran concentración en los grupos fuertes, cada vez menos > librerías. Por fortuna, las editoriales no construyen aviones, y pueden > recuperar con mayor facilidad el equilibrio frente a los problemas de > mercado y de distribución, sin que el tamaño de la empresa productora > suponga una diferencia fundamental. La fuerza de Gallimard radica en ser una > editorial de escritores. Malraux, Paz, Borges nos han recomendado libros; > escritores como Vargas Llosa nos siguen descubriendo autores. > *P.* Gallimard se ha mantenido independiente durante un siglo. ¿Cómo lo ha > logrado? > *R.* Son varios los factores que han protegido la editorial en momentos de > peligro: la calidad, la opinión pública, incluso la preocupación de > políticos como Mitterrand. Ha habido un movimiento general de simpatía por > nuestro quehacer literario, por una editorial que ha representado algo > importante a lo largo de toda su historia y lo sigue haciendo ahora. > *P.* ¿Con los mismos presupuestos intelectuales, culturales, en medio de > la revolución digital? > *R.* La revolución digital es una revolución tecnológica, basada en la > rapidez con la que podemos captar contenidos. Lo importante es saber si esta > revolución va a transformar el comportamiento del lector o del imaginario > del escritor. Yo no creo que eso suceda, del mismo modo que ni la radio ni > la televisión transformaron nada en ese aspecto. El peligro no es lo > digital: como dije antes, la edición digital es una oportunidad. El > auténtico peligro es la gratuidad. No se trata de culpar a Internet sino a > la piratería. Estamos trabajando en crear una colección digital que sea > atractiva para los jóvenes, no demasiado cara. Gallimard ha entablado > procesos judiciales contra servidores de acceso como Orange, para que dejen > de alojar sitios en los que la gente sube ilegalmente libros de la > editorial. Y hemos conseguido que se cierren esos portales, pero a la vez > Orange nos ha atacado en nombre del libre acceso. Como presidente del SNE > [Sindicato Nacional de la Edición], actualmente lucho por los derechos de la > explotación digital y por conseguir una ley que asegure el control de > precios del libro digital, tanto para preservar el valor del libro, de la > creación y de la edición como para proteger a los libreros y a los > escritores. > *P.* La música y el cine se han visto gravemente afectados por la > piratería. ¿Considera que el mundo del libro está mejor equipado para luchar > contra ella? > *R.* El libro está mejor armado que la música porque, por naturaleza, no > es tan inmaterial. El libro alcanza a más sentidos: el tacto, por el > formato, el olor del papel, la vista... Y su intermediario histórico es el > librero. En Francia tenemos la suerte de seguir contando con muy buenos > libreros, al contrario que en el Reino Unido, por ejemplo, donde el librero > ha desaparecido... El mundo de la música nunca se dio cuenta del peligro; > pero el libro ha llegado más tarde que la música al mundo digital. Incluso > los políticos, los medios de comunicación y la opinión pública han tomado > conciencia del riesgo. Ahora tratamos de que el mercado sea lo más amplio y > atractivo posible, pero sin dejar de luchar contra la piratería. > *P.* Pero hay un sector que considera que la cultura debe ser gratuita. > *R.* Sin duda. No solo en Francia, en todas partes. > *P.* ¿Y cómo se puede luchar por el libro en el medio digital? > *R.* Es importante construir un marco legislativo que permita sostener el > mercado. Si los editores dejan de pelearse entre sí por el precio del libro, > se puede crear un mercado capaz de instalarse. Hasta ahora, la política > comercial la han dirigido, sobre todo, las grandes superficies como la FNAC. > Los editores deben ganar mayor presencia en la política comercial. Y el > Gobierno europeo debe acordar, de una vez por todas, medidas tan duras > contra los servidores de acceso respecto a la piratería como, por ejemplo, > respecto a la pedofilia. Aceptar el hecho de que la piratería existe, y > penalizarla. Cosa que hará; es una cuestión de tiempo. > *P.* ¿Cree que la opinión pública europea está preparada para asumir > medidas tan impopulares? > *R.* No, creo que todavía es pronto. Pero creo que lo hará en los próximos > 20 años. > *P.* ¿Cuál es su percepción, como editor tradicional, del mercado del > libro digital? > *R.* De momento, nuestra experiencia en este sector es muy limitada. En > Estados Unidos, el mercado digital empieza a ser importante. En Francia, por > ahora, supone menos del 1%. Encontramos en él muy poca literatura, y apenas > libros de arte. Sin embargo, hemos digitalizado nuestro catálogo para que > las obras estén más disponibles, lo cual nos facilita también la capacidad > de reacción a la hora de editar. En 2007 se instaló en Estados Unidos la > primera máquina pública de "libro expreso", que permitía al usuario la > impresión y encuadernación "a la carta" de un libro en cuestión de minutos. > Sin duda, el libro digital facilita muchas cosas; por ejemplo, las > devoluciones de las librerías suponen una gran dificultad para el editor, > pero el libro digital soluciona el problema del almacenamiento. > *P.* Puede ocurrir que, como en las películas de Hitchcock, nos estén > desviando con las preocupaciones digitales otros asuntos cruciales del mundo > del libro... > *P.* El libro digital nos preocupa porque puede suponer, sobre todo, la > desaparición de los intermediarios naturales entre el lector y el autor. Y > se teme que esto arrastre toda una conmoción, un cambio radical en el mundo > del libro. Que ya no haya necesidad de editores o de libreros. Yo creo, al > contrario, que puede producirse un retorno a ciertos valores tradicionales, > un rechazo a la idea de que nuestra vida gira en torno al dinero, del mismo > modo que ya existen movimientos alternativos de reacción contra la comida > rápida de mala calidad o contra el consumismo compulsivo, especialmente a > raíz de la crisis económica. Esta es mi apuesta. > *P.* A su alrededor la gente se refiere a usted como al capitán de un > barco. Para quien no es marinero como usted, un barco puede evocar la idea > de soledad y miedo. ¿Siente usted a veces esa soledad, ese miedo, en el > mundo de la cultura de hoy? ¿Estamos en un momento en que sería legítimo > sentirlo? > *R.* La imagen marítima es acertada por dos razones. La primera, porque me > gusta la navegación de cabotaje, me gusta descubrir gentes y paisajes. La > segunda, porque la tripulación es fundamental para mí. Puede que haya noches > en que no consiga dormir, me levante y lea un libro; pero durante el día, la > presencia de la tripulación me tranquiliza. Tengo amigos que tripulan el > barco del mundo del libro en todas partes, mantengo con ellos una relación > cálida, hospitalaria, generosa. > *P.* Un veterano periodista español, Jesús de la Serna, dice que el > capitán come solo en su camarote... > *R.* También me gusta estar solo. No hay nada más importante que disponer > de momentos para uno mismo. Por ejemplo, momentos para leer. > *P.* Una editorial que ha pasado de su abuelo a su padre, a usted. ¿Qué > peso tiene la tradición aquí? > *R.* La tradición es descubrir y editar un libro por su calidad > intrínseca. Y para preservar la tradición a veces hay que retorcerle el > cuello, so pena de convertirse en una caricatura de la propia historia. Por > eso Gallimard no ha tenido miedo de acoger al mismo tiempo a autores muy > diferentes entre sí: desde los surrealistas al *nouveau roman *o Mauriac, > hasta los autores contemporáneos. > *P.* ¿Hay una palabra que defina su relación con el mundo de la edición? > *R.* Diría que la paciencia. > > La biblioteca > Pierre Assouline señala en su biografía del abuelo Gaston (Ediciones > Península, prólogo de Rafael Conte) que en la inmediata posguerra el > fundador tenía ya en su catálogo *El principito *de Saint Exupèry, *La > condición humana *de Malraux, *La náusea *de Sartre, *El extranjero *de > Camus... Con semejante historia se encontró mucho más tarde el nieto, de > modo que a Antoine Gallimard le resulta muy difícil elaborar el decálogo de > sus propias lecturas. Lo ensaya al fin y este es el resultado: > *Viaje al fin de la noche *de Céline; *En busca del tiempo perdido *de > Proust; *La piedad peligrosa *de Zweig; *Las relaciones peligrosas *de > Laclos; *Lolita *de Nabokov; *Don Quijote *de Cervantes; *Los holgazanes > del valle fecundo *de Albert Cossery y *El alcalde de Castlebridge *de > Thomas Hardy. > > --