Hola, Cristóbal:

Muchas gracias por tu aportación, que enriquece mucho mi enfoque. Me has hecho recordar el enfoque de espacios físicos para la promoción de la lectura digital del proyecto Nubeteca. Quizá esté desencaminado y no tenga mucho que ver, por lo que no sé si tú o alguien más de Iwetel puede decir algo al respecto.  A primera vista me resultaba complicado encontrar la utilidad a estos equipamientos, más allá del acercamiento social de proporcionar unos medios costosos; pero, con lo que indicas, cobran sentido desde la ruptura de esa intangibilidad de lo digital http://www.nubeteca.info/minisite/que_es_nubeteca.html 

No obstante, tu acercamiento al tema sobre todo me hace ponerme en cuestión el sentido y funcionamiento de esas bibliotecas concebidas como espacios sin libros físicos, como las que se citan en el ThinkEPI. 

Un saludo,



El mié, 28 sept 2022 a las 10:32, Cristóbal Urbano (<[log in para visualizar]>) escribió:

Apreciado José-Pablo,

 

Muchas gracias por compartir una nota que nos invita a una reflexión muy necesaria, ya que entronca con elementos identitarios y de marca de los servicios bibliotecarios.

 

Quería contribuir al debate con una derivada interesante por si piensas que puede completar el enfoque de tu nota: creo que lo simbólico, más allá contribuir a la identidad y a la imagen de marca del espacio de la biblioteca como dices en tu nota, tiene una dimension clave en tanto que vía para la “percepción” de la información/el libro como algo tangible en el entorno digital, como una mediación que ayuda a su descubrimiento. En este sentido creo que en tu nota cabría hacer también referencia a una estrategia que en el ámbito de la francofonía denominan “matérialiser le numérique” [hacer tangible lo digital: invito a visitar esta búsqueda en Bing, para que no se diga que solo usamos Google ;-)  https://www.bing.com/search?q=materialiser+le+numerique].

 

La necesidad de hacer tangible un libro digital, aunque sea mediante una tarjeta postal o una “momia” que invite mediante un código QR a tomar en préstamo en una biblioteca (o a comprar en una librería), nos remite a ese papel simbólico del objeto material libro y a la importancia del diseño de gráfico y tipográfico de las cubiertas. También remite al reto de mejorar la experiencia de usuario (UX) en catálogos, discovery tools y sitios web de bibliotecas respecto a los contenidos digitales que ofrecen. En este sentido me parece muy útil escuchar lo que dice una bibliotecaria de la BPI (Bibliothèque publique d’information, Paris):

 

Kintz, Salomé. “La re-matérialisation des ressources numèriques: entretien avec Salomé Kintz, coordinatrice de la valorisation des ressources en ligne à la Bibliothèque publique d’information.” Bibliothèque publique d’information. Professionnels. Publié le 21/03/2018. https://pro.bpi.fr/la-re-materialisation-des-ressources-numeriques/

 

En fait toutes les bibliothèques se penchent sur ces questions de re-matérialisation des ressources en ligne. Il n’y a pas d’innovation de la Bpi là-dessus. La Bibliobox est très répandue dans les bibliothèques. La réflexion autour des QR code aussi. Les fantômes avec un QR code qui renvoie vers des ressource en ligne, faire des petits objets comme des cubes, des fantômes avec des boitiers de DVD, ce sont des choses qui se font partout.

 

En la misma línea podríamos mencionar una entrada en el Blog de los estudiantes del máster “Politique des bibliothèques et de la documentation” la ENSSIB. Pese a que es de 2016, creo que mantiene una cierta actualidad:

 

 

“La valorisation du livre numérique dans les bibliothèques universitaires françaises et américaines”. Enssibmasterpbd: le blog des étudiants du master Politique des bibliothèques et de la documentation. Publié le 28 janvier 2016. https://enssibmasterpbd.wordpress.com/2016/01/28/la-valorisation-du-livre-numerique-dans-les-bibliotheques-universitaires-francaises-et-americaines/

 

Ces dernières années, les bibliothèques universitaires investissent de plus en plus dans le livre numérique, cet « ouvrage édité et diffusé sous forme numérique, destiné à être lu sur un écran » (Journal Officiel). Pourtant, son utilisation par les étudiants reste globalement peu significative, souvent par méconnaissance de cette ressource mise à leur disposition. Le budget placé par les bibliothèques dans ce secteur est donc loin d’être rentabilisé par un nombre de consultations assez conséquent. Pour y remédier, une solution s’impose : celle de la médiatisation de l’offre en matière de livre numérique par les bibliothécaires, qui suppose de l’innovation, de la créativité. En effet, le livre numérique étant par définition immatériel, il nécessite une stratégie de valorisation parallèle assez développée pour retenir l’attention des usagers et leur donner envie d’utiliser ce support.

 

 

Supongo que el debate también se puede abrir a la forma de “representar” el objeto libro/la pieza informativa mediante las nuevas fronteras del metaverso y la realidad virtual... pero eso ya lo dejo a otro colega que siga el debate de lo simbólico como elemento del espacio virtual. En cualquier caso, y para volver a la dimensión arquitectónica de tu nota, para que las estrategias que menciona Salomé Kintz puedan funcionar, hace falta que el lector circule físicamente por la biblioteca como resultado de algunas de las funciones que tú mencionas para dicho equipamiento.

 

 

Cristóbal Urbano

https://orcid.org/0000-0003-0935-6436
Departament de Biblioteconomia, Documentació i Comunicació Audiovisual

Universitat de Barcelona

 

De: Foro para profesionales de bibliotecas y documentacion. <[log in para visualizar]> En nom de ThinkEPI ThinkEPI
Enviat: dijous, 22 de setembre de 2022 9:49
Per a: [log in para visualizar]
Tema: [IWETEL] [ThinkEPI] Uso simbólico del libro en el diseño de las bibliotecas de la era digital / José-Pablo Gallo-León

 

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Compartimos mediante IweTel una nueva nota ThinkEPI con la finalidad de abrir su contenido al debate como sistema de revisión abierta. Esperamos vuestros comentarios y aportaciones, que a buen seguro enriquecerán el texto y generarán respuestas por parte del propio autor y de otros lectores. Se ruega que no se reproduzcan en blogs u otros medios ya que se trata de versiones provisionales que podrán ser modificadas por los autores y editores para su publicación definitiva en acceso abierto en el Anuario ThinkEPI una iniciativa de Ediciones Profesionales de la Información S.L.

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Uso simbólico del libro en el diseño de las bibliotecas de la era digital

José-Pablo Gallo-León

Biblioteca de la Universidad de Alicante

https://orcid.org/0000-0002-8236-4275

 

 

1. Introducción

Aunque el diseño de las bibliotecas ya no se haga en función del libro físico1 y su almacenamiento, estos están tomando una gran importancia desde el punto de vista simbólico y estético. Las estanterías con libros, reales o simulados, ocupan espacios preeminentes en interiores e incluso se representan en las fachadas. En este texto se pretende confirmar esta tendencia y explorar sus posibles causas.

No podemos negar que la imagen colectiva de una biblioteca es una estantería de libros. “En el imaginario occidental se suele asociar las bibliotecas a suntuosas salas recubiertas de anaqueles en los que duermen cientos de libros encuadernados en mil y una pieles y pergaminos.” Es la consecuencia lógica de la apariencia que nos han trasmitido las bibliotecas durante 500 años, “que apabullan por su carácter sacrosanto, no solo existen sino que forman parte de nuestra herencia cultural.”  (González, 2021).

Si estudiamos las tendencias de la arquitectura bibliotecaria en los últimos años (Gallo, 2022), vemos que las colecciones de poco uso se desplazan fuera de la biblioteca a depósitos, a menudo externos y compartidos;  o incluso se eliminan. Se busca liberar espacio para otras necesidades del usuario. Además, las bibliotecas pasan de modelos transaccionales a relacionales, teniendo implicaciones importantes en el diseño de las mismas. Se redefine el modelo, el paradigma: se aboga por el cambio “from book container to community centre” (de contenedor de libros a centro comunitario), que decía un estudio referido a bibliotecas públicas (Thorhauge, 2008).

Las bibliotecas ya no se miden por sus colecciones, sino por sus servicios. La biblioteca es un servicio, una tienda de información, aprendizaje y cultura. Incluso se deposita en ello la esperanza de la supervivencia de la propia biblioteca, puesto que la identificación con el libro es una de las claves de la incertidumbre sobre la misma. Si el libro está en peligro, lo está también la biblioteca (Ramus, 2004). Y para todo ello, la arquitectura, el diseño, puede ayudar.

Así, la razón principal de la construcción de las bibliotecas durante muchos años e incluso hasta principios del siglo XX (Bennett, 2003) ha sido el alojamiento de unas colecciones cada vez más amplias. Ahora, el diseño se hace en torno a las personas y con las personas, teniendo en cuenta las necesidades de los usuarios y trabajadores; y preguntándoles, definiendo un programa en función de las mismas. Centrado en “lo mejor para los usuarios” desde el “biliotecocéntrico” anterior (“library centric”) (Somerville; Collins, 2008). Pero no olvidemos que los programas son perecederos y los edificios los sobreviven y deben ofrecer otras posibilidades, como dice Carme Pinós (Moix, 2022).

La progresiva digitalización de colecciones y servicios, impulsora o, al menos, catalítica de esta transformación, debería suponer por tanto que el libro físico desapareciera de la imagen de una biblioteca. Que cuando se mostrase un diseño, una fotografía de un nuevo centro o un render, el libro no estuviese presente. Pero nada más lejos de la realidad. Evocadoras fotografías de grandes estanterías repletas de coloridas cubiertas y lomos nos asaltan. Todavía hay muchas bibliotecas contemporáneas que privilegian, tal vez incluso fetichizan, el libro y la estantería (Mattern, 2014) ¿Cuáles son las razones para ello?2

 

2. Antecedentes históricos

Es obvio que la asimilación iconográfica entre el libro y la biblioteca o, más bien, entre la estantería y la biblioteca, tiene una causa real. Con la proliferación del libro tras la invención de la imprenta y, sobre todo, desde que su industrialización, las colecciones y el número de bibliotecas crecieron, Y cualquiera que entrara a uno de estos centros básicamente lo que veía era grandes paredes cubiertas de libros. 

En la memoria colectiva la imagen de la biblioteca es la de la biblioteca salón. O sea, la que dispone los libros en estanterías pegadas a los muros, dejando una zona libre en el centro para mesas y otros usos. Es una distribución muy práctica, que permitía un volumen de almacenamiento notable y un acceso y ordenación sencillos. El modelo, cuyo gran ejemplo es la biblioteca del Monasterio de El Escorial, se complicó durante el Barroco con pisos, plantas en cruz, más capaces que la básica rectangular, y profusas decoraciones. Pero, además de aspectos prácticos, esta tipología trasmite una imagen de poder que se fue afianzando, en un tiempo en el que la posesión de libros continuaba siendo símbolo de estatus.

Se produce, así, una sucesión de efectos:

FUNCIONALIDAD – EFECTO ESTÉTICO – EFECTO SIMBÓLICO

Partiendo de una razón práctica se consigue un efecto estético del que se deriva un efecto simbólico que otorga a la biblioteca una imagen de poder y sacralizadora. La biblioteca es un distintivo del conocimiento y el conocimiento significa poder, incluyendo el económico. La biblioteca es un nuevo espacio sagrado al que hay respetar o al que hay que destruir si queremos eliminar ese símbolo y ese poder.

El último gran ejemplo es el diseño de 1785, puramente simbólico, de la Biblioteca Real de Etienne Louis Boullée. A lo largo del siglo XX, el modelo de biblioteca tripartita (depósito – sala de lectura – espacio de trabajo) provocado por el crecimiento de los fondos llevo a cierto cambio en ese sentido. Los libros no están tan presentes, pero el poder simbólico incluso se acrecienta, convirtiéndose algunas bibliotecas en símbolos territoriales. Además, la estética visión de los repletos depósitos autoportantes metálicos de varias plantas conservó e incluso potenció la asimilación libro-biblioteca.

Así, Bennett (2009) indica que la historia de las tipologías arquitectónicas bibliotecarias procede de tres modelos o paradigmas diferentes:

· Modelo centrado en el lector, en el que la escasez de libros provocaba que lo importante fuese habilitar un lugar donde se guardasen para que el lector los leyese, baja la idea de unidad espacial entre lectores y libros. 

· Modelo centrado en el libro, en el que la abundancia de libros impresos provocó la necesidad de habilitar grandes espacios para las colecciones, incluso con depósitos separados. La planificación de las bibliotecas se realizaba previendo el crecimiento de las mismas.

· Pensando en las bibliotecas académicas, Bennet decía que el tercer modelo era el centrado en el aprendizaje, situando el cambio en proyectos como el de la Vogel Library del Watburg College (1999). Sin embargo, podríamos generalizar más hablando de un modelo centrado en las personas y en sus necesidades.

Pero la imagen poderosa de la estantería de libros se prolongó en el tiempo afianzándola, y fue recuperada sucesivas veces, en bibliotecas y por arquitectos que han marcado el devenir de la arquitectura, como la biblioteca de Asplund en Estocolmo (1928) o la de Alvar Aalto en Viipuri (1935). De la primera encontramos homenajes en bibliotecas temporalmente más próximas, como la de Puerta de Toledo en Madrid, la de la Universidad Carlos III en Getafe o la reciente pública de Birmingham. La de Viipuri prácticamente podrías ser una biblioteca pública recién inaugurada. También Gio Ponti, en la Biblioteca de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Roma (Roma, 1932-1935). En ella, imitando ejemplos anteriores, la estantería autoportante de varios pisos se adhiere al muro de varias alturas consiguiendo un efecto monumental, pero dentro de una gran austeridad en el diseño.

Así, la estantería adquirió un uso entre lo decorativo y lo conceptual, incluso encerrándose en cajas de vidrio que al tiempo lo muestran y lo protegen, llevando al cénit este concepto simbólico. Es el caso de la Beinecke Library de Gordon Bunshaft , de 1963 (estudio Skidmore, Owings & Merrill); o de la British Library en St. Pancras (Londres), de Sir Colin St. John Wilson (1998).

 

3. La situación actual

Con una concepción algo diferente, Gil-Solés (2017) señala a la Mediateca de Sendai de Toyo Ito (2001) como el nexo entre las bibliotecas con y sin libros. Habla de una cuarta transformación de la biblioteca que rompería con la imagen icónica del libro y cambiaría de arriba abajo la visión que tenemos de estos centros. Frente a esta afirmación, en los portales de arquitectura y en las redes sociales nos aparecen imágenes de nuevas bibliotecas con gigantescos muros de libros: ¿es contradictorio?

Como veremos, sólo parcialmente. El caso es que hay una gran abundancia de proyectos muy recientes que siguen utilizando las estanterías de forma profusa. En ellas, los condicionantes de accesibilidad a las mismas o incluso que en realidad no sean más que meros decorados, nos hablan de un uso decorativo y simbólico. Su finalidad, digamos, normal, también está presente, pues en las bibliotecas la hibridación de colecciones y servicios sigue vigente, pero se carga el peso en la parte. Esto es, la visión de un gran muro de libros no es consecuencia ineludible de una gran colección, sino que es buscada conscientemente y al margen de la propia practicidad de esas grandes estanterías, a menudo inaccesibles, inoperantes, casi inútiles, pero plásticamente impactantes. Veamos ejemplos:

· El núcleo central de distribución y comunicación vertical de la enorme Biblioteca Pública de Birmingham (Mecanoo, 2013), parece retomar la idea de Asplund, pero con colecciones en las que prima el efecto estético del color.

· En la Universidad Tecnológica de Delft (1998), Mecanoo ya había utilizado una gran pared de cuatro plantas que sirve como espacio de almacenaje a la vista del grueso de la colección de libros y como membrana divisoria entre los espacios públicos e internos. Sin embargo, también hay que señalar que en ese momento el libro impreso universitario aún estaba de plena vigencia.

· Siguiendo con el mismo estudio, el proyecto de nueva biblioteca central de Macao, a completar en 2025, presenta una fachada que simula una estantería de forma esquemática y se abre como las páginas de un libro, El estudio tiene otras magníficas bibliotecas, como la pública de Tainan (Taiwán, 2021), junto con MAYU Architects.

· La Montaña de Libros (2012) de MVRDV, para una ciudad en los Países Bajos (Spijkenisse) es simbólica, pero parece casi tímida frente a la archifamosa biblioteca pública del distrito de Binhai en Tianjin, localidad del norte de China. Llamada de forma exagerada la “biblioteca más futurista de la historia” (Universo Abierto, 2017), su imagen se viralizó en 2017. Con un diseño ciertamente espectacular, sus sinuosas estanterías parecían en primer lugar inaccesibles, pero pronto se descubrió que en realidad eran en gran medida un trampantojo: simples impresiones sobre aluminio porque el proyecto no se pudo completar (Fontdeglòria, 2017). 

· Esta biblioteca completa la tríada de grandes proyectos virales con el bosque de estanterías voladas de la Biblioteca José Vasconcelos (2006), de TAX arquitectura en la Ciudad de México; y el blanco e inmaculado pozo de libros de la Biblioteca Pública de Stuttgart (Yi Architects, 2011). Con un aspecto que nos recuerda a Escher, es una oda a la importancia del libro físico que parece reivindicar como esencial (Caminito, 2016).

· Quizá uno de los ejemplos más representativos sea la Musashino University Art Museum & Library de Tokio, obra de Sou Fujimoto (2011). El usuario se ve envuelto y protegido por enormes estanterías de libros. "Es una biblioteca hecha de estanterías". En palabras del arquitecto: "Cuando pensé en los elementos que componen una biblioteca definitiva, imaginé libros, estanterías, luz y la atmósfera. Imaginé un lugar rodeado por una sola estantería en forma de espiral". "El encuentro de uno con la estantería colosalmente larga, dentro del paisaje universitario, se registra instantáneamente como una biblioteca, pero sorprendente en su simplicidad onírica. Es la biblioteca más parecida a una biblioteca y la biblioteca más simple". "Esta biblioteca tiene estantes vacíos como una crítica a las nuevas generaciones y su dependencia cada vez mayor hacia los soportes digitales de lectura.” (ArchDaily, 2011)

· En una línea similar, Kengo Kuma rediseñó un insulso edificio para albergar la biblioteca Haruki Murakami de la Universidad de Waseda, Tokio. En ella, un túnel de estanterías envuelve una esquina de la entrada, realizado con una estructura de acero revestida con persianas de madera que varían en ancho para crear una apariencia natural. El mismo se prolonga hacia el interior en las escaleras de entrada, generando un pasaje en el que las estanterías se prolongan hacia el cielo y se curvan tomando la forma de falsa bóveda de cañón, como espacio de acogimiento. Nótese que las estanterías son vistas como elementos acogedores y que invitan a entrar, y que a partir de cierta altura se muestran vacías e inaccesibles.

· También Kengo Kuma es responsable del proyecto de la biblioteca Henrik Ibsen en Skien (Noruega), en la que volvemos a ver un gran frontal de estantería de libros.

· El exhibicionismo del libro impreso llega al paroxismo en dos proyectos. El primero, la biblioteca Starfield de Seúl, Corea (2017). Se trata de una biblioteca pública, pero de gestión privada, insertada en un centro comercial para atraer compradores, no al revés como en otros ejemplos en nuestras latitudes. Presenta una biblioteca con una imagen visual impactante gracias a su alto muro/fachada/estantería de libros en papel a varias alturas.

· El otro proyecto es la librería (permítase la licencia) Dujiangyan Zhongshuge de X+Living (Chengdu, China, 2020), donde las estanterías se convierten en laberintos curvos que se prolongan mediante espejos. Se pretende crear estanterías escultóricas, como en la biblioteca Miruru (Tochigi, Japón, 2021), del estudio Urban Architecture Office , que combina estanterías vacías a partir de cierta altura y espejos.

·  Podemos citar otros muchos proyectos:

o La bella fachada e interior de la biblioteca de Pingtan de Condition_Lab (2022), que reúne la arquitectura tradicional con un ligero toque hi-tech y ese simbolismo librario.

o La biblioteca de la sede social de VIPshop en Guangzhou, China, de Wutopia Lab.

o  La Yue Library de Pekín, obra de Fenghemuchen Space Design

o  La propuesta de biblioteca para Songdo (Corea) de Aoe Architects.

o E incluso la nueva biblioteca García Márquez toma la forma de un pilón de libros (Carrión, 2022). 

El uso de las estanterías de libros como símbolo de biblioteca puede rozar lo estrafalario. Es el caso de las fachadas de las bibliotecas de la universidad de Karabuk en Turquía, la escolar de El Castillo  (Chile) o la más conocida biblioteca pública de Kansas. En ellas, la fachada principal directamente imita grandes volúmenes de libros con coloridos lomos. Más sutil parece el uso de las torres de la Biblioteca Nacional de Francia de Dominique Perrault, aunque funcionalmente sean desastrosas.

Pero también tenemos ejemplos de bibliotecas directamente sin libros (en papel). Quizá las más conocidas sean la BiblioTech de San Antonio (Texas) o la de la Universidad Politécnica de Florida, diseño de Calatrava de 2014. No obstante, la más interesante puede ser la biblioteca de la Universidad de Ámsterdam, obra de 2010 de Ira Koers y Roelof Mulder, donde aparentemente no hay libros. Las estanterías y el mostrador de préstamo se sustituyen por la llamada habitación roja, espacio con cajones donde se reciben los libros que se han pedido a través del catálogo.

 

4. ¿Es necesario este uso iconográfico?

Tenemos por tanto estanterías que, perdida en buena forma su utilidad original, se elevan hacia el cielo para mostrar el icono fundamental de la biblioteca: el libro. Resulta muy habitual que los estantes superiores sean inaccesibles, restando toda utilidad para el ojeo, amén de dificultades de limpieza, mantenimiento, etc. Pero es que a menudo están vacíos o son simples simulaciones.

Al margen de que las estanterías pueden seguir siendo muy útiles desde el punto de vista práctico, a esto se le pueden buscar dos explicaciones. La primera es sencillamente estética, pues queda bonito. La segunda es la utilización de los libros para evidenciar que el espacio ante el que nos encontramos se trata de una biblioteca.

El problema parece proceder de una doble pérdida de entidad. Por una parte, la globalización y estandarización de los diseños arquitectónicos puede llevarnos a que sea muy difícil identificar la función de un edificio sólo por su aspecto. Kruszewski (2012) defiende que nada diferencia a una biblioteca actual del resto de edificios. Toda la arquitectura tiende a estandarizarse y a buscar el efecto impresivo que atraiga al que lo contempla.

En realidad, tampoco es una gran novedad. ¿O es que resulta tan fácil distinguir una biblioteca pública de principios del siglo XX de cualquier otro edificio oficial o incluso de una residencia suntuosa? Pensemos en los modelos básicos de las construidas por Carnegie. Hemos visto que durante siglos las bibliotecas obtenían un estatus sagrado gracias sobre todo a sus interiores, que se identificaban a simple vista por la presencia de las estanterías, pero no así sus exteriores. Al tiempo, las bibliotecas han utilizado durante siglos multitud de recursos iconográficos para identificarlas como templos del saber. Algunos con programas tan complejos como el caso de El Escorial, pero también presentes en ejemplos más modernos, como la citada de Estocolmo. El diseño de la biblioteca puede, y según muchos debe, estar cargada de simbolismo y monumentalidad, otorgándole a la tipología la importancia que tiene y ha tenido en la sociedad. De ahí las bibliotecas centralizadas cubiertas con cúpula, desde la Radcliffe Camera de Oxford hasta esa Biblioteca de Estocolmo, de Asplund. Como dijo Adolf von Harnack en la inauguración de la antigua biblioteca nacional de Berlín en 1913, “Habemus dumun”, en el sentido de que había cúpula, algo que se repetía en casi todos os proyectos de grandes bibliotecas del momento, pero también catedral del saber (Fabian, 2002).

La utilización de vidrieras, esculturas y pinturas simbólicas perdió su presencia y su utilidad iconográfica, con lo que la representación de la biblioteca quedó encomendada casi en exclusiva a los libros y estanterías: si hay libros, es una biblioteca.

Por otra parte, si el libro en papel pierde presencia en nuestros centros y se ve apartado para incorporar otros servicios, puede suceder que el usuario resulte confundido y no la reconozca como biblioteca. Puede perderse entonces la noción de bibliotecidad, diluirse el concepto y no entenderse el nuevo espacio como una biblioteca. Bibliotecas que contienen múltiples servicios y que se vuelcan en lo digital parecen temer no ser reconocidas como tales y recurren al atributo más conocido para asegurarse. Demuestran lo que son por la vía más inmediata y simple, a través del exhibicionismo de su pasado inmediato: grandes estanterías de libros, aunque sean falsos.

Risa Honig, vicepresidenta de planificación de la Biblioteca Pública de Nueva York, afirmaba que tendían a utilizar más la presencia arquitectónica de los libros en las bibliotecas, pues estos ayudan a generar el entorno y el sentimiento bibliotecario, constituyendo una parte esencial del diseño de los nuevos centros (Velsey, 2017).

Asimismo, Shannon Mattern (2014) indicaba que los historiadores de la arquitectura defienden el significado histórico de las estanterías (hablando sobre todo de las autoportantes), pero además afirmaba que la manera en que se almacena y se hace accesible la colección de una biblioteca da forma a la infraestructura intelectual de la institución. Ponía como ejemplo una de las grandes bibliotecas contemporáneas: la Pública de Seattle de Rem Koolhas, que posee estanterías de acrílico translúcido que dan calidez y suponen un gesto de bienvenida.

Esto no deja de estar ligado a un simbolismo atávico: la biblioteca y el libro han permanecido unidas durante siglos y esto no se rompe así como así. Resulta por ello interesante el estudio, casi experimento, que se realizó en el Reino Unido con estudiantes de último año de arquitectura (Smith, 2014). Se les propuso como proyecto el diseño de un “depósito de libros” (se evitó expresamente el término biblioteca). A pesar de ser nativos digitales, ninguno proyectó una biblioteca exclusivamente digital, todos crearon un repositorio para libros físicos. La mayoría de los proyectos se basaron en la noción del libro como objeto cultural, ya sea como obra de arte, como símbolo de poder político o como colección de recuerdos. El significado cultural del objeto era más importante que el objeto mismo.

Pero no olvidemos el aspecto puramente estético que hemos mencionado: nos impresionan las grandes bibliotecas salón y los grandes bloques de estanterías a muchas alturas. Con cierta frecuencia aparecen listados de las bibliotecas más bellas del mundo y siempre surgen espacios en los que las amplias estanterías de libros son protagonistas: la del Trinity de Dublín, la George Peabody Library de Baltimore, bastantes bibliotecas salón renacentistas y barrocas, etc. Estas imágenes nos apabullan y nos hacen soñar.

Según la experiencia personal, cuando se quiere retratar a un autor que va a hacer una presentación en una biblioteca, se realiza alguna fotografía entre las estanterías de libros, que a menudo es la finalmente publicada. De la misma forma, Christian Lauersen (2019) se preguntaba  ¿por qué siempre preparan el escenario para entrevistas con expertos académicos en una biblioteca? Los libros representan el saber, y la acumulación de libros resulta altamente estética.

 

5.El valor del entorno

En ese sentido, no podemos tampoco olvidar el valor que el entorno de libros tiene para generar un ambiente de estudio y trabajo intelectual. Según Ten Hoor, historiador de la arquitectura y profesor de la Escuela de Arquitectura del Instituto Pratt, los diseños de bibliotecas más innovadores son aquellos que “no solo conciben los libros como fuentes de información, sino las prácticas sociales e intelectuales que se desarrollan en torno a la lectura y la investigación” (Velsey, 2017).

Heather-Lea Jackson y Trudi-Bellardo Hahn fueron un paso más allá e intentaron demostrar el sentido de espacio sagrado que para los estudiantes tenían las bibliotecas. Al estar rodeados de libros sentían encontrar el ambiente adecuado para el trabajo intelectual  (Jackson; Hahn, 2011). Todo ello conduce a que algunos autores pidan que no se retiren de forma masiva las colecciones en papel por razones que van más allá de su utilidad directa como fuentes de información. Así, Donovan (2020) dice que la tendencia a alejar los libros de las bibliotecas para dar lugar a nuevos servicios tiene un coste, pues estos generan un espacio adecuado para el aprendizaje que hay que pensar seriamente si debemos quitar. Dan Cohen (2019) se preguntaba si, independientemente de las estadísticas de circulación, deberíamos mantener una gran cantidad de libros en la biblioteca para su ambiente benéfico que ayuda a los estudiantes a tener la mentalidad correcta en un espacio tranquilo y contemplativo.

 

6. Conclusiones

Como primera conclusión, aunque fuera del tema central del texto, resulta notable cómo buena parte de los ejemplos manejados corresponden a arquitectos y estudios holandeses, lo cual habla de su pujanza. Pero es aún más destacable que la inmensa mayoría procedan de países del extremo oriente: los más pujantes tecnológica y económicamente hablando. Resulta altamente significativo que estos países estén construyendo tantas bibliotecas.

Con todo lo visto, podemos afirmar que se están utilizando las estanterías y los libros como medios simbólicos para identificar las bibliotecas como tales, además de por su efecto estético. Las estanterías repletas de libros siguen representando a las bibliotecas en el imaginario público, y se siguen utilizando porque su ausencia las dejaría sin su elemento iconográfico más reconocible. Deben estar, aunque solo sirvan como mera decoración, aun en el caso de que la biblioteca sea principalmente digital. Además, resultan sugerentes y bellas, generando un ambiente especial.

Esto no tiene por qué contradecir la nueva etapa de arquitectura bibliotecaria que defendía Gil Solés (2017), pues pueden ser en gran medida bibliotecas sin libros físicos reales. el problema es que parece que los arquitectos y planificadores piensan que son necesarios para identificar el lugar como una biblioteca. Esto sería una forma un tanto tramposa de asegurar su bibliotecidad, pero no tiene por qué ser negativa. No desechemos el efecto simbólico y estético, ya que es muy interesante. Parece que Terry Web (2000) tenía algo de razón cuando decía que “la biblioteca es un sistema de símbolos y exige una gestión adecuada de esos símbolos como una parte importante de los recursos de una biblioteca.” Es la capacidad de interpretar, ser sensible y construir sobre las percepciones públicas de una biblioteca como un activo social que es tanto simbólico como funcional.

Por otra parte, otras grandes bibliotecas recientes (Dokk1, Oodi, Deichman, Calgary) no parecen necesitar de estos medios para ser reconocidas como tales, e integran sus colecciones físicas de forma natural con otros servicios. No hay, por tanto, una solución o un modelo único para obtener el éxito. Los libros pueden disponerse, como hemos visto, para crear ambiente y para decorar, pero siguen sirviendo para ser leídos. 

 

7. Notas

1. A lo largo del texto hablaremos de libros refiriéndonos al formato típico del libro impreso, y sólo en el caso de otros tipos (digitales), los adjetivaremos,

2. Debemos indicar que en la versión que publicamos en IWETEL no se utilizan imágenes de apoyo, pero sí hiperenlaces. Además, los ejemplos son fácilmente recuperables en cualquier buscador.

 

8. Referencias

ArchDaily (2011). "Musashino Art University Museum & Library / Sou Fujimoto Architects". ArchDaily, 28 Jun. https://www.archdaily.com/145789/musashino-art-university-museum-library-sou-fujimoto

Bennett, Scott (2009). “Libraries and Learning: A History of Paradigm Change”. Libraries and the Academy, 2009, v. 9, n. 2, pp. 181–197. https://doi.org/10.1353/pla.0.0049

Bennett, Scott (2003). “Libraries Designed for Learning”. Washington, D.C.: Council on Library and Information Resources. https://www.clir.org/pubs/reports/pub122/

Caminito, Maurizio (2016). “Lo spazio del leggere, ovvero i nuovi approdi della lettura in biblioteca”. Biblioteche Oggi, v. 34, n. gennaio – febbraio, pp. 7-17.  http://www.bibliotecheoggi.it/rivista/article/download/426/480

Carrión, Jorge (2022). “Las bibliotecas se convierten en refugios políticos y climáticos”. Washington Post, August 15. https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2022/08/15/biblioteca-garcia-marquez-barcelona-librerias-internet/

Charlie Smith (2014). "Future of the book and library creatively explored". New Library World, v. 115, n. 5/6, pp. 211-224. http://dx.doi.org/10.1108/NLW-04-2014-0034

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Donovan, James M. (2020). “Keep the books on the shelves: library space as intrinsic facilitator of the reading experience”.  The Journal of Academic Librarianship, v. 46, n. 2. https://doi.org/10.1016/j.acalib.2019.102104

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