De la oralidad primaria a la tercera oralidad: Transformaciones culturales y cognitivas en la era digital

 

José-Antonio Cordón-García

https://orcid.org/0000-0002-8569-9417

Universidad de Salamanca

Grupo E-Lectra de investigación sobre lectura y edición digital

Francisco de Vitoria, 6-16

37008 Salamanca, España

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María Muñoz-Rico

https://orcid.org/0000-0002-7333-4832

Universidad de Salamanca

Grupo E-Lectra de investigación sobre lectura y edición digital

Francisco de Vitoria, 6-16

37008 Salamanca, España

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Introducción

Las tecnologías de la comunicación han sido agentes transformadores en la historia de la humanidad, redefiniendo no solo cómo nos comunicamos, sino también cómo pensamos y percibimos el mundo. Lamo de Espinosa subrayaba que las comunidades de cultura habían arbitrado un sistema presidido por la palabra, por el lenguaje, cuyas transformaciones incidían en los componentes básicos de la organización social (Lamo, 1996). En esta línea Walter J. Ong y Marshall McLuhan, en sus análisis sobre la "segunda oralidad" y las "tecnologías de la palabra", el primero,  y sobre la "Galaxia Gutenberg", el segundo,  exploraron cómo la transición de la oralidad a la escritura y la imprenta moldeó la cultura y la cognición humanas. La primera oralidad, propia de las culturas ágrafas, constituía un entorno intensamente auditivo y táctil. En este contexto, el habla era un medio frío, pues requería una alta participación del oyente para completar el significado, la interacción era simultánea, implícita y cargada de matices sensoriales, la comunicación era comunitaria y corporal y las palabras no solo se pronunciaban, sino que se acompañaban de gestos, entonaciones y un contexto compartido que envolvía a los participantes en un acto colectivo (McLuhann, 2015). La memoria desempeñaba un papel crucial, pues era la única manera de asimilar y preservar el conocimiento. 

La invención del alfabeto fonético marcó una transición crucial hacia una cultura más visual, un paso que se consolidó con la llegada de la imprenta. Este cambio transformó la oralidad participativa de la primera etapa en un medio predominantemente visual y caliente. La imprenta, por su parte, estandarizó la palabra escrita, desplazando la oralidad y separando los sentidos que antes actuaban de manera integrada. La lectura en silencio, aunque comenzó tímidamente en la Edad Media, se convirtió en la norma, llevando al divorcio entre el ojo y el habla. Como señala McLuhan, "el alfabeto fonético redujo el uso simultáneo de todos los sentidos que es la expresión hablada, a un mero código visual". La experiencia sensorial de la primera oralidad fue reemplazada por una actividad más abstracta y unilineal, donde el lector consumía información en alta definición con menos necesidad de participación activa. McLuhan (2015) argumenta que la imprenta, al extender el lenguaje escrito, transformó la naturaleza de la conciencia humana, promoviendo un pensamiento lineal, secuencial y lógico, de tal manera que esta forma de comunicación favoreció el individualismo y la introspección, propiciados por la lectura silenciosa que alejó a las personas de la oralidad comunitaria que caracterizaba a las sociedades pretipográficas.  La imprenta instaura una cultura visual, donde la palabra escrita adquiere primacía sobre el resto de los sentidos, en lo que Rodríguez de la Flor (2004) denomina como Negloptencia cognoscitiva.

Es en este contexto en el que Walter J. Ong, (2016), introduce el concepto de "segunda oralidad" para describir como las tecnologías reintroducen características de la oralidad primaria, pero en un escenario diferente, articulando una forma de comunicación condicionada por la asimilación y el conocimiento no solo de la escritura y de la imprenta, sino, sobre todo, de los nuevos medios electrónicos que favorecen la colectividad y la inmediatez, pero a través de la cultura tipográfica.

De cualquier modo la comunicación oral, tanto en su nivel primario como secundario, habían coexistido en el tiempo con los diferentes soportes que habían ido apareciendo, manteniendo su importancia como sistema relacional espontaneo e inmediato, incorporando, en todo caso, las características inherentes a otros medios, mejorando y proyectando la oralidad con otras prestaciones y funciones. En este sentido, las teorías sobre el Paréntesis Gutenberg (Pettitt, 2012; Jarvis, 2023), hablan de un intervalo en la historia de la comunicación donde el texto impreso dominó y estableció los parámetros de cómo se debía producir y consumir el conocimiento. La linealidad y secuencialidad del texto impreso habrían desempeñado un influjo decisivo en la estructuración del pensamiento, promoviendo una lógica analítica y racional que se convirtió en la base de la ciencia y la filosofía modernas. Según los teóricos de esta corriente, estaríamos entrando en un periodo post-Gutenberg, donde las prácticas comunicativas pretipográficas estarían resurgiendo en formas nuevas y tecnológicamente mediadas. La escritura ya no sería el medio dominante, sino que integrada con la oralidad y otros modos de comunicación, estaría dando lugar a una experiencia multimodal y participativa. Aunque sea una teoría que, en cierto modo, es deudora del “acierto terminológico” y una caracterización apodíctica en modo alguno acorde con una realidad mucho más flexible y versátil que esa oposición exclusiva entre medios impresos y orales, sirve para como referente para exponer una tendencia que es real y manifiesta.

La hipótesis que se mantiene en esta contribución es que en la actualidad, con el surgimiento de tecnologías que privilegian la voz y lo audiovisual, asistimos al nacimiento de una "tercera oralidad", de naturaleza nueva y disruptiva que integra las características que Ong había atribuido a los periodos previos, pero las proyecta en unos escenarios completamente tecnologizados provocando desplazamientos y discontinuidades de naturaleza muy versátil en la medida en que lo es la tecnología que la alimenta.

La transformación del lenguaje y de las tecnologías de la palabra: la tercera oralidad

Con el advenimiento de las tecnologías digitales, estamos presenciando un nuevo capítulo en esta evolución: la tercera oralidad. Este concepto, que emerge como una actualización y síntesis de las teorías de Ong, describe un entorno de comunicación híbrido y multimodal, donde la palabra hablada recupera protagonismo, pero integrada en redes globales que amplifican su alcance y transforman su significado. En este contexto, las plataformas digitales, los dispositivos de voz y las redes sociales no solo reconfiguran la forma en que interactuamos, sino también cómo pensamos, recordamos y participamos en el mundo.

La tercera oralidad no es un simple retorno a la inmediatez comunitaria de las culturas orales primarias ni una mera extensión de la oralidad secundaria de los medios electrónicos, sino un fenómeno nuevo, marcado por la convergencia de lo auditivo, lo visual y lo interactivo en un espacio digital que diluye las fronteras entre lo humano y lo tecnológico. Este cambio no solo refleja avances técnicos, sino también una transformación cultural y cognitiva que redefine lo que significa ser humano en la era digital.

En este nuevo entorno, los textos digitales son inherentemente mutables y abiertos a la intervención de múltiples usuarios. La autoría se vuelve difusa y colectiva, y la autoridad del conocimiento ya no reside en una figura singular, sino que emerge de la interacción dinámica de comunidades en línea o de la intervención singularizada de las personas en el uso de tecnologías de transformación oral, de carácter espontaneo y dinámico.

La proliferación de audiolibros, podcasts y plataformas como YouTube, Twitch o TikTok ha redefinido la forma en que consumimos y producimos contenidos. La tercera oralidad, en este contexto, no solo retoma las dinámicas de participación de la primera oralidad, sino que las amplifica gracias a la capacidad de los medios digitales para distribuir contenidos de manera masiva y simultánea. Además, plataformas como TikTok o Instagram han integrado dinámicas de oralidad y visualidad en un entorno híbrido que invita no solo a la escucha, sino también a la recreación, remezcla y participación activa de los usuarios. Aquí, los límites entre emisor y receptor se desdibujan, reflejando una evolución hacia una sinestesia de medios en la que, como ocurre con los dispositivos de realidad virtual, se crean experiencias inmersivas donde los sentidos se combinan de manera similar a la primera oralidad, pero potenciados por la capacidad computacional y gráfica de los sistemas actuales. Esta sinestesia no solo expande las posibilidades de la comunicación, sino que también redefine el concepto de participación. Los usuarios ya no son simples receptores; son cocreadores en entornos interactivos que dependen de su implicación activa para cobrar vida. Lo auditivo, lo visual y lo interactivo se integran en un ciclo interminable de conexión y creación. Hoy, una conversación puede comenzar como un mensaje de voz, continuar en un video de TikTok, derivar en un hilo de comentarios escritos y concluir en un meme visual. Los mensajes de texto que se mezclan con notas de voz, los tuits que capturan ideas fragmentarias y los videos en vivo que se intercalan en la prensa digital para recrear una noticia, evidencian como la tecnología ha borrado las fronteras entre los modos de comunicación, y lo oral se reinventa constantemente en este nuevo ecosistema.

La lectura en la era de la tercera oralidad

En este contexto, ¿qué lugar ocupa la lectura? Podría parecer que la oralidad tecnológica está desplazando al texto escrito, pero en realidad, la lectura ha encontrado nuevas formas de coexistir con esta oralidad ampliada. Los audiolibros, los podcasts y las narrativas transmedia son ejemplos de cómo la lectura se ha adaptado a un mundo dominado por la voz y la imagen. Escuchar un libro no es lo mismo que leerlo, pero tampoco es completamente diferente: ambos actos implican una inmersión en el lenguaje, una conexión con las ideas y una reconstrucción de los significados (Cordón García; Muñoz Rico, 2023). Margarite Yourcenar subrayaba cómo los textos que leemos a menudo nos dan la impresión de una "conversación unilateral". En la tercera oralidad, esa conversación se vuelve interactiva. Los lectores no solo reciben el texto; lo comentan, lo adaptan, lo reinterpretan en nuevos formatos. Leer un libro ya no es un acto solitario; es el inicio de un diálogo que puede extenderse a foros, redes sociales y comunidades digitales. Las palabras ya no están limitadas por el momento en que se pronuncian ni por el espacio en que se escriben. Se expanden, rebotan entre voces y pantallas, creando un eco interminable. Los textos escritos, como los tweets, las publicaciones en blogs o incluso los comentarios en foros, están diseñados para ser consumidos con la velocidad de lo oral,  y con el tono de lo conversacional. Esta oralidad digital no solo afecta a cómo leemos, sino también a cómo entendemos el acto mismo de leer: ya no es un proceso de inmersión contemplativa, sino una actividad fragmentada, una sucesión de interacciones breves que evitan el silencio, el vacío. Un vacío que, en la lectura tradicional, era un espacio para habitar, reflexionar y completarse con significados inherentes al acervo cultural y personal del lector, se convierte en un espacio que se expande a través de la interacción y de la palabra. Se podría hablar, parafraseando a Amaranth Borsuk (2020) de lectura expandida, en el sentido de que trasciende la práctica tradicional para adentrarse en un territorio reticular en el que la voz reviste cada vez más importancia. Los clubes de lectura virtuales, los hilos de discusión en redes sociales y las transmisiones en vivo donde se comparten experiencias lectoras son ejemplos de una dimensión en la que se amalgaman experiencias y se hibridan las prácticas precedentes. Estas comunidades no solo enriquecen la experiencia individual de la lectura, sino que también contribuyen a la construcción de significados compartidos, donde las interpretaciones individuales se entrelazan en una narrativa colectiva.

Esta dimensión comunitaria de la lectura en la tercera oralidad redefine el papel del lector. Si Umberto Eco, Iser, Jauss y otros habían teorizado sobre la figura de quien se enfrenta al texto y lo reconstruye de manera individual, ahora nos encontramos con un lector convertido en un participante activo que transforma la lectura en un diálogo continuo, donde las interpretaciones se construyen y reconstruyen constantemente. La reactivación de actividades como las lecturas poéticas en vivo, las presentaciones de autores en foros muy diversos como librerías, bibliotecas, o casas particulares, en los que se efectúan lecturas de una obra, la participación presencial u online en foros y clubs, para el debate y el diálogo sobre pasajes de un título particular, los talleres de creación, donde los textos son leídos para ser comentados en grupo, y los festivales de slam o perfopoesía, que gozan de una audiencia masiva, constituyen ejemplos de esta deriva audiovisual característica de la tercera oralidad.

Conclusión

La integración de la tecnología en nuestras vidas está redefiniendo la naturaleza misma de lo humano. Rosi Braidotti (2020) propone el concepto de "posthumano" para describir una subjetividad que trasciende las fronteras tradicionales entre lo humano y lo tecnológico, lo orgánico y lo inorgánico. En este marco, la tercera oralidad es más que un cambio en las prácticas comunicativas; es una transformación ontológica que nos convierte en "tecnopersonas" (Echeverría; Almendros, 2023). La tecnología no es simplemente una herramienta externa, sino una extensión de nuestras capacidades cognitivas y sociales. Esta fusión tiene implicaciones profundas para la identidad, la conciencia y la comunicación en tanto que las fronteras entre el yo y el otro, lo interno y lo externo, se vuelven permeables. La subjetividad se configura en interacción constante con dispositivos y redes que amplifican y modulan nuestras experiencias.

Si la comunicación escrita, que representó un importante avance (sobre todo con la invención de la imprenta), había perpetuado la reducción del mecanismo retórico a una sola operación durante siglos, con la radio, el teléfono, la televisión, las videoconferencias, las llamadas de voz o los vídeos de WhatsApp, vuelven a tener una función fundamental en el mensaje comunicativo Lo que cada vez más constituye una evidencia es que el desarrollo de la realidad virtual y aumentada, con la integración de la comunicación oral en entornos inmersivos, el desarrollo de tecnologías híbridas, y la inteligencia artificial, auguran escenarios inéditos en los que la palabra hablada cobra una dimensión desconocida, tanto desde el punto de vista material (como la puesta en marcha por parte de Harper Collins de audiolibros narrados por sus autores originales, recreando las voces de Agatha Christie, Tolkien o Churchill gracias a la inteligencia artificial), como simbólico: la editorial Almadía creó una colección que bajo el título de “Conversaciones”, recupera el dialogo entre autores, la conversación, el lenguaje convertido en agente de liberación. Se trata de una propuesta en la que se invita al lector a formar parte de ese diálogo, convirtiendo la lectura en un acto de participación activa.

¿Estamos ante una tercera oralidad? La respuesta, quizás, dependa de cómo definamos lo "oral" y lo "escrito" en un mundo donde ambas categorías se diluyen en la vastedad de lo digital. Lo que sí es claro es que las tecnologías de la palabra, continúan siendo tecnologías del pensamiento y como señala David Pujante (2024) nos enfrentamos al reto de construir discursos convincentes en entornos donde la velocidad de respuesta es clave. Esto exige una memoria dinámica, no tanto para retener extensos volúmenes de información, sino para seleccionar y movilizar datos pertinentes en el momento preciso.  Si es cierto que existir significa recordar (Guidorizzi, 2024), las tecnologías de la palabra permiten recrear lo vivido de una manera polifacética y compartida, hacer de la conversación con los “amigos ausentes” (Redondo, 2024), una actividad real e inmersiva.

 

Referencias

Borsuk, Amaranth (2020). El libro expandido: Variaciones, materialidad y experimentos. Valencia, Ampersand.

Braidotti, Rosi (2020). Conocimiento posthumano. Barcelona, Gedisa.

Cordón García, José Antonio; Muñoz Rico, María (2023). El poder de la lectura: Geografías del libro, el lector y la edición en el ensayo y la literatura. Madrid, Marcial Pons.

Echeverria, Javier; Almendros, Lola (2023). Tecnopersonas: cómo las tecnologías nos transforman. Gijón, Trea.

Guidorizzi, Giulio (2024). Yo, Agamenón. Madrid, Gallo Nero.

Jarvis, Jeff (2023). The Gutenberg Parenthesis: The Age of Print and Its Lessons for the Age of the Internet. Bloomsbury Academic.

Lamo de Espinosa, Emilio (1996). Sociedades de cultura, sociedades de ciencia. Gijón, Nobel.

MacLuhan, Marshall (2015). La galaxia Gutenberg: génesis del Homo Tipographicus. Barcelona, Galaxia Gutenberg.

Pettitt, T. (2012). The Gutenberg Parenthesis: Oral Tradition and Digital Technologies. Oral Tradition, 27(1), 87-97.

Pujante, David (2024). El mundo en la palabra: retórica como antídoto de necedades. Barcelona, Ariel.

Ong, Walter J. (2016). Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra. México, Fondo de Cultura Económica.

Redondo, Pablo (2024). Conversar con los amigos ausentes. Santander, El desvelo.

Rodriguez de la Flor, Fernando (2004). Biblioclasmo: una historia perversa de la literatura. Sevilla, Renacimiento.






Natalia Arroyo, directora
Isabel Olea, coordinadora

Anuario ThinkEPI 2024

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