Buenos días.

Quería hacer una recomendación lectora que además sirve como debate.

Se trata del ensayo: Constuir lectores, de Vicente Luis Mora, editado 
por Vaso Roto.

https://urldefense.com/v3/__https://americas.vasoroto.com/products/construir-lectores__;!!D9dNQwwGXtA!T8TYIQaK95gROCMrsBZEbElEdjLKVkNALB43vl19bW5otlCWIiNZeRgA8FulF8Wjslo50zSPSr2wvaQtKLE7rOHDvA$ 

Como bibliotecaria, pero sobre todo como lectora desde que recuerdo, me 
ha interesado mucho por la riqueza de perspectivas y puntos de debate y 
reflexión que plantea.

Os copio la respuesta del propio autor sobr qué le impulsó a escribir 
este libro tan necesario, que a mí me ha llevado a interrogarme 
amplamente sobre qué más podemos hacer (y a veces qué de menos) en las 
bibliotecas.

Espero que os sea de interés, y os animo a buscar este ensayo y leerlo 
estas navidades ;)

Un cordial saludo,

Laura

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En 2017, preocupado por varias cuestiones que me rondaban por entonces, 
decidí sentarme a reflexionar sobre ellas papel mediante, porque el 
único modo que conozco de librarme de una obsesión es obsesionarme 
escribiéndola durante años. La duración del martirio se duplica pero, 
cuando acabas el proceso, la obcecación desaparece de verdad. Algo es 
algo. ¿Cuáles eran mis obsesiones en ese momento prepandémico, 
antecovidiano (adjetivo que sustituirá en breve a "antediluviano"), 
aparentemente tranquilo, en que solo nos acuciaban la crisis perpetua y 
la probable extinción por catástrofe ambiental?

Pues mis neuras eran las que siguen: si en este y otros países, me 
preguntaba, el analfabetismo prácticamente ha sido erradicado; si hay, 
según las estadísticas, más personas lectoras que nunca, ¿por qué tenía 
--y tengo-- la impresión de que cada vez hay menos mentes capaces de 
leer textos densos, llenos de ideas --ensayos poderosos, novelas 
ambiciosas, libros de poemas verbal y estructuralmente complejos, 
artículos de enjundia-- y que disfruten leyéndolos? (la parte del goce 
es la más importante de la frase) ¿Por qué, pensaba y pienso, muchas 
lecturas obligatorias de enseñanza secundaria y bachillerato --no 
todas-- tienden hacia la nadería más absoluta y privilegian libros 
simplones? ¿Son tontos los alumnos, o más bien los tratamos como tontos? 
¿Es verdad que estamos más distraídos que antes? ¿Es cierto que no nos 
concentramos, o quizá es que nos concentramos de otro modo, o en otras 
ocupaciones? ¿Les gusta leer a los profesores de lengua y literatura? 
¿Tienen un verdadero hábito lector que compartir con el alumnado? ¿Hay 
mucha pose lectora en redes sociales, que no se corresponde con un 
crecimiento paralelo del nivel intelectual de la sociedad? ¿Estamos 
formando lectores correctamente? ¿Qué ideas podrían darse para mejorar 
esa formación?
"Ese terror, el miedo a que como sociedad estemos abandonando la lectura 
de obras densas, cuidadas y llenas de ideas me llevó a escribir cientos 
de páginas, que he adensado hasta llegar al volumen publicado por Vaso 
Roto Ediciones"
Comencé a pensar, escribir, leer y a conversar con docentes, 
bibliotecarios y editores, con quienes me encuentro en distintos foros 
varias veces al mes. También preparé un cuestionario que he ido pasando 
durante estos años a mis alumnos y a los participantes en mis talleres 
literarios: ¿qué os gusta leer? ¿Cuántos libros leéis al mes? ¿Cuál es 
el libro más antiguo que has leído por gusto, sin relación con una 
asignatura? ¿Cuáles son tus clásicos favoritos de otras lenguas y por 
qué? ¿Cuántas series consumes al mes? ¿Cuántas horas al día pasas en 
redes sociales? Por supuesto, los cuestionarios deben ser anónimos, de 
otra manera dicen haber leído las 38 obras de Shakespeare y destacan que 
su libro favorito es el Ulysses de Joyce. Cuando responden con 
sinceridad, las respuestas son aterradoras, salvo raras excepciones. Son 
para echarse a llorar.

Ese terror, el miedo a que como sociedad estemos abandonando la lectura 
de obras densas, cuidadas y llenas de ideas me llevó a escribir cientos 
de páginas, que he adensado hasta llegar al volumen publicado por Vaso 
Roto Ediciones. En Construir lectores me pregunto por el daño cultural y 
cívico que puede resultar de perder una visión compleja del arte y del 
pensamiento, dejando todo en manos de la técnica y de las pantallas. 
Justo ayer leía una entrevista con el pensador de la mente Alva Noë, 
donde dejaba caer este brillante párrafo:

"En mis escritos más recientes, especialmente en mi último libro, que se 
llama The Entanglement (El enredo) sostengo que es la propia naturaleza 
de los problemas humanos la que requiere un tipo diferente de 
investigación, del tipo que tanto la filosofía como el arte 
proporcionan. Y creo que la filosofía y el arte no solo son esenciales 
para entendernos a nosotros mismos, sino que el trabajo de la filosofía 
y el arte también nos cambia. Crecemos y evolucionamos a través de la 
filosofía y el arte. Así que la historia de la humanidad, en cierto 
modo, es la historia del arte y la filosofía".

Pero ¿qué pueden hacer por nosotros los libros, si no los entendemos? Si 
somos incapaces de leer textos largos, ambiguos, cuya lección no sea 
evidente y que requieran un esfuerzo de crítica y comprensión; si nos 
conformamos con el tuit o el resumen apresurado de Chat GPT, ¿qué tipo 
de "entendimiento de nosotros mismos" vamos a tener? ¿Hemos pasado de 
lectores de novelas a devoradores de titulares, de Anna Karénina a Ana 
de las tejas verdes, de Correos a Telégrafos?

Quizá pueda deducirse de lo expuesto que Construir lectores es un libro 
pesimista. No lo creo; al menos, se debate entre la esperanza y el 
miedo, buscando decantarse por el primero. Cito en el ensayo numerosos 
datos que mueven al optimismo, e intento ofrecer ideas e iniciativas, 
tanto propias como ajenas, que pueden ayudar a construir lectores, no 
sólo personas que decodifiquen textos. Describo numerosos mitos de la 
lectura que pueden fascinar en la infancia y la adolescencia, mostrando 
que leer es un mundo vertiginoso, ameno, inacabable. E intento sembrar 
la idea de que construir lectores es construir ciudadanos, personas 
completas, inteligencias naturales que no necesitan apoyarse en la 
muleta de las artificiales. Personas que entienden mejor el mundo para 
entenderse, dentro de lo posible, a sí mismas.

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